Una de las cosas que más me sorprendía en aquellos veranos largos, reposados, llenos de luz
en el pueblo, en mi niñez. Era la originalidad y singularidad de los nombres de la gente del Olmo. La mayoría desconocidos para mí...Pochocho...la Señá Florentina...Tiburcio...Torino...la Señá Romana...la Señá Pristila...el Señor Tolentino...la Señá Cleofé...Candelo y tantos otros, van unidos a esa etapa de inocencia de mi vida, la infancia. Desde aquí un pequeño homenaje, una reivindicación de los nombres que son esencia y testigos de la historia del pueblo.
Los nombres son mucho más que etiquetas para diferenciar individuos. Son portadores de una herencia cultural y familiar. Cada nombre tiene una historia detrás, una razón por la que fue elegido, que puede relacionarse con la tradición o a momentos específicos de la vida de una familia. A veces el nombre es elegido en honor de un abuelo o una abuela, o bien porque el niño o la niña ha nacido en una fecha significativa para la comunidad.
Recuerdo, los largos días de verano en el Olmo, el sol intenso, las noches estrelladas, el canto de los grillos. El sabor del agua fresca del caño nuevo, jugar a hacer ondas en el agua del vado.
El trabajo en la era. El tintineo de los cubiertos en la cena familiar. Salir a jugar después de cenar hasta muy tarde. La libertad de moverse por el pueblo sin preocupaciones, la sensación de seguridad de conocer a todos y ser conocido por todos.
Recuerdo los nombres con sus caras. Nombres que son reflejos de una tradición viva, de conexión con la tierra, de la influencia de la historia. Cada nombre contaba una historia, y en
un pueblo pequeño como el nuestro, esas historias se entrelazaron creando una identidad colectiva , única, especial, la nuestra la del Olmo de la Guareña.
En el censo electoral de 1935, podemos ver los nombres de muchos de nuestros familiares.
Algunos no aparecen porque la edad mínima para votar era de 23 años.
Que alegría aquí he visto hermanos de mi abuela auxilio Martín gutierrez
ResponderEliminar